Poemas
Poema de mayo
Descubro la pureza de la hierba
vestida una vez más de primavera
y en tanto el mundo corre y se desboca
mi mente se libera en esta esfera
y admira y huele y siente y se eleva
sobre estos vastos campos que la albergan
sin más luz que el asombro por la vida
que humildemente se muda en colorido
perfecto sobre el lecho de la tierra.
Benicasim, 2019
Humano acontecer
Que siempre fue así la vida
vemos al atardecer
cuando la vida declina
y la experiencia examina
todo humano acontecer:
la gran mentira del mundo,
sueño escondido y profundo
que muchos quieren creer
como verdad encendida,
mas sólo es ficción el fuego
que aviva toda codicia,
y así, sueña el poderoso
que gobierna siendo honroso
aumentando su dominio
con la dormida impericia
de la candidez del otro,
cuando no con tiranía
y subyugo de los pueblos.
Sueña el rico que es feliz
tras su escondida avaricia
y trabaja con recelo
para no perder su cielo
por si acechara el cariz
de disminuir su hacienda
en la infinita contienda
con quien reclama justicia.
El pobre sueña que es pobre,
no ve nada que le sobre,
ve sus puertas clausuradas
ignorando en gran medida
que para abrirse a la vida
sólo tiene que empujarlas
con una conciencia clara.
Así sucede en el mundo,
cada cual toma su rumbo
queriendo alcanzar su cima
pisando al que se avecina
junto a quienes sin sus males
quieren ofrecer bondades,
y si alguno queda ileso
es porque ha tenido seso
para eludir la tormenta
de esta corriente que aumenta
del escenario en la tierra
el sueño que representa.
Al fin, para concluir
hay quienes dicen oír
de encima de las montañas
palabras al corazón
que sirven para vivir
traspasando la razón,
y adentrando en sus entrañas
crean, comparten y brillan
esparciendo sus semillas
sobre tierra que germina
en campos de oro y flor.
San Sebastián de la Gomera, 2019
Cuando no soy
Cuando no soy,
estoy en mí entonces y me encuentro
con este manto de perlas de rocío
que inunda los canales de mi mente
y crece dentro el suave y fuerte río
que aumenta los caudales de mis fuentes.
Cuando no soy
siervo del brutal mundo y sus contiendas
ni de mi propia ansiedad ante la suerte,
toda codicia ausente en mis paisajes
donde no existe idea que secuestre,
librada ya mi nave de su anclaje
que huye del marasmo de tiniebla.
Cuando no soy
ley ni razón, nada de lo previsto,
sólo me queda esta luz que a todo invade,
de todo emana y a todo cuerpo impregna,
desde la célula al fin de las estrellas,
canto infinito sin más voz ni sonido
que el breve soplo en la vida que me llega.
Año Nuevo
Albor primero del día que se estrena
sin apariencia de ser continuidad
y sin embargo en su nexo con la noche
forma cadena con otro día igual.
Nos apegamos a antiguas tradiciones
para alumbrar la estación de oscuridad,
se espanta el miedo ancestro al gran oscuro
que amenazaba extinguirse en luz final.
Y así en los siglos creamos artificios
fuegos de plástico, mundano comerciar
de luces menguas que plagian a natura
y al mundo ignoto del sueño al más allá.
Brota en el hombre el espíritu de lucha,
mostramos nuestra disconformidad,
queremos luz, más luz y nos ahogamos
en tenebroso delirio si no está.
Después me he asomado a los paisajes,
capas de nubes cubrían el lugar,
el término feliz no he visto escrito
ni ser viviente que sienta ese ideal
ni en árboles, ni en tierra, ni en la mar.
Y apareciendo mudable en apariencia
todo se encuentra donde se debe hallar.
Dos tórtolas se acercan y se mecen
sobre la verde faz de un palmeral,
aire sereno, quietud, blando silencio
calles vacías, lleno mi despertar.
Parece no ser nuevo el nuevo día
sólo en la mente es nuevo un año más
en nuestro empeño por someter al tiempo
que el juicio humano anhela traspasar.
Se ha trasladado la nube con el viento,
se me asemeja, de aquí a la infinidad
que todo es nuevo en este instante quieto
y en todos los instantes de mi edad.
A aquel que me acompañaba
Le explicaba yo al guía me que hallaba
en un paraje de roca montañosa
y que del aire llegaban luminarias
cual rayos de tormenta intensa y queda,
centellas que ayuntaban nube y tierra,
fulgor de meteoros luminosos
que henchían el paisaje de gran fuerza.
Tocaba yo las rocas con las manos
y sobre mí sentía y sobre ellas
el inmortal latir del universo,
el hálito sutil que a todo llega
lleno de luz y vida que me anega.
Comenzamos después a remontar
la gran pendiente labrada en roca recia
afianzando los pies sobre el granito
que nos llevó al confín acantilado
donde un espacio cerraba la ascendencia
sobre un abismo sin fondo y entre niebla,
y allí quedamos buscando el nuevo paso
que nos dejara alcanzar la otra ladera.
Luego mi mente sonó de esta manera:
La inmortalidad de todo
cuando humana, finita;
cuando soñada, eterna.
Después he despertado
y he preparado un té.
La vida grandiosa
Puedes decirme lo que quieras
pero yo veo
pueblos esclavizados
no por políticos como podría pensarse
ni por cuentos chinos u occidentales,
sino por sí mismos, por los deseos, por el afán de figurar o por tener.
Cualquier cosa puede ser maravillosa o destructiva,
puedo decir, por ejemplo,
este gran logro o este candongo de internet:
una bancada donde amigar la tarde
o un garlito que atrapa tiempo y sangre,
porque si no lo digo por aquí,
lo diré por papel, o por papiro,
o por las alas de una bella ánade que cruce en los cielos el mensaje,
y, si no, evocaré a los vientos, que lo saben
y nos repiten en cántico constante:
Que la vida es grandiosa, más que el seso
incluso más que aquello queremos;
que una luz incipiente diluye el gran oscuro
en nuestros sueños de persona única
y en todo nuestro ser aún velado;
que hay instantes inenarrables vibrantes de existencia
que no se dejan atrapar por el verbo mas que a gotas
desde esa fuente de hálito que brota
sin espacio ni juicio ni apariencia.
Por ello, cuando quiere expresarse en gesto o en palabra,
también en estas palabras,
se diluye en el mundo de tiempo y de razón
y sólo queda una hilera de líneas con o sin rima
que pretenden proclamar el secreto de las sustancias.
En esta fuerte nave
He subido hasta el puente del gran barco,
del alerón de babor se adentra el capitán
con otros navegantes centinelas.
Ya frente a frente, le expongo mi motivo:
He venido a ofrecerme, se acerca temporal,
aunque quizás no recuerdes mi presencia.
Me mira en un instante y me responde:
¡Claro que te recuerdo! Eres aquel
de grácil nave, resuelta y marinera.
Viene a mi mente entonces la nave que yo era,
se me dibuja su porte en la memoria,
pequeña embarcación vencida por las olas
que fue abatida al viento y rota contra rocas.
Mas hoy me hallo entero, bien dispuesto
y he entrado a bordo a ofrecerte mi experiencia,
en esta fuerte nave con mi oficio
porque el destino empuja, y el temporal arrecia.
Andamos nuestro aliento
Esta poesía, caminante, jamás puede morir
porque latía ya en los pretéritos del tiempo,
se cernía en los albores de los génesis
y se manifestó en el curso de las aguas
para tornar y hallarse en el eco que perdura
donde nada y todo forman el uno primigenio,
donde en el mal y el bien la mente no varía
y hallándose repleta, está vacía.
Y en esta hora que andamos nuestro aliento
por la vertiente torva que mueve nuestras sombras
hacia la luz embrionaria deslumbrante,
cuando igual que siempre
el mundo se hace mole de divisas y poderes
donde el iluso pretende comerciar el centro de la vida,
entonces, amigo,
peregrino solo que hollas el tramonte de los días,
emigrante de oriente y del poniente,
allegados de la nieve y media luna,
transeúntes todos del sol y de los hielos,
es el momento de elevarse a cantar
melodías de alegría
que espanten a los túrbidos espíritus
que inundan las conciencias corrompidas,
es el instante de andar los bosques luminosos
que cierren vuestras distancias y la mía.
Podrán aislar nuestros cuerpos del mañana
y olvidarlos en tumbas escogidas,
mas ni aun así cesará esta semilla inacabable
que a cada instante renace hueste de sí misma.
Por tanto, gente de paso, compañeros todos,
proclamémoslo a la noche como al día,
sea este nuestro oficio de armonías
en esta tierra de estancia que nos mira.
El árbol del parque
Hay un magnífico cedro americano
en el cercano parque de Bolívar,
orondo, grandiosamente extendido
sobre las vías de jardines inferiores
del reposado tránsito sureño.
Hace unos días que lo observo,
sin buscarlo se ha plantado ante mi vista
y en estas horas tempranas del invierno
me llama su pacífico vaivén de ramas nobles
que cubren de sombra fresca al transeúnte
quien desgaja unas células de su existencia
en ese impensado ambular por los jardines.
Sin pensar en el árbol, una madre
engarza los cabellos de su hija -10 o 12 años-
en armoniosa trenza simetrada,
por qué no está en la escuela - me pregunto
en tanto el viento agita el recio cedro
y el café y el tamal se me desgastan
y se intercambian los cuerpos de las gentes
al devenir del mundo que los llama.
Al cabo llega un bus muy amarillo,
alegre luz de sol en calle parda
al cual la niña trenzada se dirige
en tierno abrazo a su madre que la aguarda
hasta que el sol escolar se le distancia.
Una vez más hallo respuesta inesperada
-sólo hay que estar sentado y ver qué pasa-
y así todo el bullir viviente bajo el árbol
sigue su línea fiel de este entramado
que en el árbol, la tierra, el cosmos todo
entreteje su trenzas de engarzado.
Yo soy la voz
Yo soy la voz que recoge el grito del cautivo
aquel vuelo en el aire que eleva tu anhelo y lo transforma
ante el mendaz insaciable que oculto en fortaleza
te acecha desde el miedo y desangra tu paloma.
Tras sus balcones de oro han tendido un signo camuflado
-este es tu dios- te dicen, que te procura el goce y el trabajo,
nosotros en su nombre guiamos tu hálito y tus pasos,
hemos bebido su copa de poder y sabemos dónde vamos.
Miras a sus balcones y el brillo del oro te deslumbra,
te impide ver que el fetiche no es más que un ídolo de barro,
astro sin luz que ensombrece tu huella en el camino
y te ha imbuido a temerle en el curso de los años.
Pero hemos visto hoy la cara a ese acopio de mentira,
nos hemos puesto al frente, las manos bien asidas
para exigir juicio y fuerza en todas las medidas
por una lluvia de paz y un aura de justicia.
Soy esa voz, tu voz, que asciende en la esperanza,
tu clamor a los vientos lo esparzo en los océanos
para dejar tu semilla inundar los continentes,
para esparcir con tu fuerza despierta este presente,
para que todos veamos el sol nuevo que viene
y el vuelo de la alondra, y el sueño que nos mueve.
Daniel
Tengo un creciente sol que apunta cada día,
impetuoso río en caudal desde mis fuentes,
interrogantes ojos que atentos avizoran
para buscar el porqué de las esferas
y compartir el aliento entre las gentes,
y yo le pongo delante trayectos despejados,
no tengo más, ya veis, sólo dispongo
la voz del corazón, el trazo de mi astro
y el horizonte claro que llama a nuestros pasos
para ser vendaval sobre las naves
que mueven los conjuntos conspirados,
para hallar de la vida sus remansos,
para saber caer y levantarse presto
hacia el confín de luz que caminamos.
Hammamelis
De qué valdrán los mundos y sus tránsitos,
los mares y los vientos, las esferas,
qué utilidad los sueños de los hombres
si el pie de mi camino no te lleva.
De qué valdrán mis viajes y mis búsquedas,
de qué todos misterios de la tierra,
para qué los trabajos y los días,
con qué fin saldrá el sol cada mañana
si está mi albor velado a tu presencia.
Inútil los dolores y las lágrimas,
vanas las alegrías, las canciones,
los cielos de festivas golondrinas,
los trinos y las gritos, los sonidos,
de qué sirve la voz, si no me llegas.
Con qué motivo el fluido de mis venas
y el corazón que estalla enfebrecido
si no resuena tu nombre a cada golpe
y el viento de mi sangre te lo lleva,
de qué muere mi ser, sino en tu ausencia.
Qué harán sin ti mi noche y sus estrellas,
sino anidar en trenes de tristeza,
con qué razón la mente, el pensamiento,
de qué sirve este amor, si no te quedas.
Un único espacio
Venid, chacales huidizos, salid de vuestros muros,
venid a compartir
los campos rebosantes de largueza
donde todos seremos hartos,
no acumuléis la cosecha en los graneros
frutos de nuestras manos
para aumentar el negocio de rapiña
fuente de vuestros fastos
a costa de otros hombres que padecen
el cese y el agravio.
Si no es así no hay paz, y la queremos
balanza que nos quite el desencuentro
centrada al punto justo de equilibrio
donde un único espacio tiene a todos.
Campos camboyanos
Amanecer de arrozales extendidos,
reflejos quietos de nubes que azafranan
por la pausada llanura camboyana
ofrenda nueva al viajero que traspasa.
Un gran estanque me muestra en suave calma
flores de loto en ingente luz de grana
sobre el sembrado incipiente de esmeralda
que me llama y lo miro y me acompaña.
Un gallo pasa a mi lado en desafío
de plumíferos brillos en soflama
ondulante arco iris que se arrastra
por los minutos que irradia la mañana.
Llevo un papel y un lápiz, la maleta
para decir que cruzo las fronteras
por los paisajes cambiantes de los pueblos
por los caminos sencillos de la tierra.
Estás en las estrellas
Estás en las estrellas,
antecediendo al génesis te hallabas,
andas ahora entre bosques y ciudades,
navegas mares y espacios alcanzables.
No hizo falta llegar,
antes de ser tu forma ya existías
configurado en semilla dispersada
que germinó tu latencia con las eras
y con el sol.
Te debates ahora,
crees que sí, crees que no,
luchas, das vida, matas,
te aterrorizas, ríes, lloras
y eres sustancia gris bajo precepto.
Se torna el llanto en sonora carcajada,
la carcajada infinita del universo
esparciendo sus esferas por el éter.
Germinarás de nuevo
hacia el latir eterno,
hacia el retorno cierto.
Lo más grave de todo
es que no sabes nada
después de la mente,
sólo te queda creer
o averiguar por ti mismo
el logro de la luz.
Cada brizna de tierra
Veo naves hermosas hendiendo por mis mares
de cristalinas aguas que el fondo me revelan
y a luminosas huestes que en buen rumbo las llevan.
Veo a la estirpe humana crecer en sus riberas,
adormecidos unos, otros que tienden velas
entre oleajes suaves y amagos de tormenta.
En cada paso paz, en cada campo flor,
en cada hombre un sueño, en cada ser un don,
cada brizna de tierra es armonía plena.
Yo vivo estas visiones sin pócimas ni hierbas,
quiere mi ente ser la libertad que alberga,
mas sólo soy barquilla que a puerto fiel navega.
No me preocupa la vida
No me preocupa la muerte, sí la vida,
y ni siquiera la vida me preocupa
cuando es la vida misma que me ocupa:
habita cada estancia en mi conciencia,
inunda el lento riego de mis venas,
florece en el jardín del pensamiento,
se eleva con el vuelo de la idea,
se crea desde el germen de su esencia
allí donde razón no llega
ni hay principio y fin, sino una estela
de infinitud que viene y que se aleja.
No me preocupa la vida, sí me ocupa
cuando mi juicio la acepta como ofrenda,
cuando la voluntad se crece ante el dilema,
cuando el criterio propio se rebela
ante los campos de inicua sementera,
y se levanta y se viste y se decide
a caminar los pasos de la tierra.
No se calla la vida, yo la escucho
desde este viento que sopla en mi arboleda,
en todo corazón que se me acerca,
en cada llanto humano, en cada risa
que reverbera en el mar y en las estrellas.
San Sebastián de la Gomera, diciembre 2019